Reviviendo a los gladiadores {Sarkany y Adrian}

Largas fueron las tardes y aun más largas y frías las noches. Recordaba el tiempo en que esta ciudad vivía justo del lugar en el que me encontraba. El coliseo. Era el centro, el corazón de una sociedad que clamaba por sus mejores y más espectaculares guerreros. Sin duda aquel tiempo tenía un encanto que este, con todas sus armas y técnologías jamás llegarían a igualar. Sin embargo ahí estaba yo, resucitando viejos espiritus (no literalmente por supuesto).

Pasee por los pilares que lucia el suelo, ya que ni arena ni tablones ni nada cubrian el piso. De esta forma podia verse mejor el esqueleto de este coloso muerto. Me molestaba en cierto modo el verlo tan vacio, como abandonado. Sabía que esas arenas suspiraban por la sangre de nuevos gladiadores. Elevé entonces mis manos, trazando algunas runas mágicas allí y allá, devolviendo para mis ojos al coliseo a un tiempo donde los gritos y la emocion vibraban en el ambiente.

Aquella mágica ilusión no era visible para todos, aunque para alguien afín a los dioses no le pasaría desapercivida. Seguro atraería la atencion de algun demonio o de algun guerrero, sería interesante ver que tal se movian los nuevos. Los vientos me susurraban cantos de batalla y definitivamente quería saber si serían ciertos.

Ir al Centro Histórico era, para Adrian, cada año más triste. Ver como poco a poco aquellos imponentes lugares donde se celebraban los más grandes e importantes eventos de hace años se deterioraban era algo que no le gustaba observar. Especialmente cuando los humanos despreciaban esos lugares donde antes miles de guerreros valientes habían perdido la vida, escribiendo cosas sin sentido en las rocas y los pilares del lugar.

Pero ahí se encontraba, caminando hacía ningún lugar sin buscar realmente nada, solamente preguntándose sobre el valor del tiempo. Cuando escuchó unos gritos provenientes del Coliseo, no pudo evitar emocionarse. Antes de llegar a su parte lógica (donde, obviamente, eso no debía ser normal), se emocionó. Se emocionó como siempre que se trataba de una lucha. Después recobró su postura y, en su mentalidad de Guerrero, entró al lugar por una de las tantas entradas.

Entonces se olvidó de cualquier cosa que no fuera la lucha. Por un momento, por sólo unas horas de su existencia, se trataba de él y salvar su vida. Y aún después de catorce milenios, le era imposible olvidar la satisfacción que luchar le producía.

Un par de cuervos sobrevolaban el cielo romano, miraban y veían todo, nada se les escapaba. Ni siquiera el hecho de que el coliseo se hubiera 'transformado'. Cosa que para los simples mortales jamás habría sucedido, puesto que su existencia era demasiado simple para comprender la complejidad de una realidad no atada a sus simples leyes fisicas.

Hugin y Munin, así se llamaban las aves que se acercaron cada una a los dos 'contendientes' que se introdujeron en la arena. Hugin se posó sobre el hombro de la chica, mientras Munin lo hizo sobre el del chico. Ambos miraron a aquellos seres con un destello de astucia antes de soltar un graznido y seguir volando, como indicandoles el camino, hasta las arenas del coliseo.

La entrada de ambas aves fue coreada por un millar de voces, como si de la señal para el comienzo del espectaculo se tratase. Ambas planearon hasta posarse a ambos lados del gigante rubia que estaba plantado en el centro del lugar. Con porte magestuoso, incluso imperial. Una leve aura se percibía a su alrededor, seguramente la cambiaformas sería más afín a su tipo de magia, aunque el guerrero provenía de las lagrimas de una diosa.. por lo que a cambio si que entendería su condicion divina.

En cualquier caso los recibió... desapareciendo de su vista. Donde el estaba poco antes nada mas quedaba un rastro de arena quemada, formando la runa Gar: representación nórdica del dios. Una voz resonó entonces por encima de los gritos, una voz fuerte que nada más ellos (pues nadie mas existia en aquellas gradas) pudieron escuchar.

- He aquí dos guerreros, venidos de lugares increibles y bajo un incontestable amor por la lucha. ¿Se presentan voluntarios? ¿Desean revivir un día bajo el sol de una Roma más antigua y bella? - Por supuesto, si asi fuera esperaba de ellos una contestación acorde a lo que los gladiadores se suponía que dirían.

Un cuervo se posó sobre su hombro. Él, como autoreflejo, dio un paso hacía atrás, al mismo tiempo que el cuervo tomaba impulso para volar. Luego antes de seguirlo, pudo escuchar claramente como millones de voces clamaban emocionadas por una lucha. Cuando empezó a caminar hacía el centro de lugar, creyó imaginarse a una figura rubio en la mitad de lugar, pero cuando volvió a comprobarlo ésta había desaparecido.

Luego una voz (que venía de todos lados, de ninguno realmente), los recibió, con sus palabras resonando por todo el lugar. Ni siquiera tuvo que pensar dos veces en su respuesta: el orgullo que cargaba, más el inmenso placer que una lucha le producía, eran para su mente más que una respuesta. Era más que todo.

Tan ocupado estaba en sus pensamientos que apenas le ponía atención a la hermosa chica frente a él (aunque jamás la dejaría de observar, ella estaba ahí y por lo tanto debía de cuidarse).

Luego llevó su mano a su cintura y, levantando el rostro orgulloso como guerrero que era, asintió elegantemente, prepárandose para todo (para morir, para vivir, para jugar. Que más daba, era una lucha y él estaba ansioso).